domingo, 26 de febrero de 2012

Existir y al rato no... y luego vemos

Acabo de vivir una secuencia particular con una araña. La bacha de la cocina tiene una ventana enfrente, encima. Ella había tejido una tela entre la canilla y uno de los bordes de la ventana. Hace unos días que la observo, en momentos de trabajo o de espera ( de ella). Por algún extraño motivo nadie la saca de ahí. Creo que pensamos, varios, que cumple una función: muchos mosquitos o critaturas similares se congregan en ese área. Podríamos, de haber tenido la voluntad, haberla bautizado Guardiana de la Bacha, pero nadie lo hizo.

Hoy me acerqué a su área y la vi girando a gran velocidad, tejiendo, supuse, pero dado que la velocidad era tan grande se me dificultaba incluso reconocerla: pensé que quizá se tratara de un mosquito atrapado en la red, en la Net, en la web, intentando por todos los medios escapar. Teniendo yo que ocuparme de lo mío tanto como élla de lo suyo ( en este caso lo mío era una olla con agua y grasa, sí, no es bonito pero es real), opté por salpicar con unas gotas a la criatura que giraba sobre sí misma ( no era yo). Resultado: la araña ( es lo que era) se precipitó sobre la olla, en realidad sobre el agua, sobre el torrente de agua grasienta que había yo volcado en la bacha, convertida en este momento en una suerte de Mäelstrom, un remolino que todo lo tragaba, girando y girando como la pequeña Guardiana lo hacía instantes atrás. Me detuve. Observé. Consternado. Genuinamente sorprendido y... arrepentido? Miré sus movimientos, sus intentos por escapar. Pensé: necesita oxígeno? cuánto tiempo puede estar sin "respirar"? Cómo es que respira? Se estará dando por vencida? Por qué ahora está quieta, tan quieta? Dios. Sí, pensé en él. Y en la manera en que los segundos pueden construir acantilados entre ellos. Acantilados infranqueables. Un precipicio entre ahora y... ahora. No hay vuelta atrás. La araña ahora cubierta de una fina película de agua aceitosa... es claro que es su muerte. Es claro que la maté. Sí, yo. No te hagas el perejil, el culposo. Hubo dolo y espero que te hagas cargo. El flujo circular de agua culmina su tormenta arremolinada y ahí la veo a ella, detenida en la rejilla por pedazos de zanahoria rayada y quizá lechuga. Pobre Guardiana. Doblada sobre sí misma. Irremediablemente ida, trunca, torcida. Con una cuchara la recogí de allí y la puse, acto simbólico, sobre la ventana donde solía día a día laborar su tejido, cual una Penélope que esperara a su marido para... comérselo. Quieta. La última quietud. En torno suyo, restos de telaraña. La casa inútil. El esfuerzo vano de años de araña. Decidí desarmar eso. Arrasar su hogar. Puede ser, si quieren interpretarlo así, que quisiera yo borrar todo rastro de mi crimen, para poder decir con acento falso y rima perversa: "Aquí nunca hubo araña alguna, de modo que mal podría yo haber matado una". Asi qué volví al acto de salpicamiento: dos, tres gestos de agua y... la Guardiana se yergue sobre sus patas y da unos vigorosos pasos por ahí. Ah. bueno. Ah... una más. Son todas iguales. No se puede creer. Después de haberme arrastrado por el valle de la Culpa, la muy puta camina! Vida y muerte en pocos segundos, en esta secuencia extraña en la bacha, en la Cocina.

1 comentario:

  1. este tenía menos remilgos

    http://bibliotecaignoria.blogspot.com/2009/10/juan-jose-saer-la-arana.html

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