martes, 29 de enero de 2013

Pareja de espías/tercer episodio

   No me llevo bien con las compus, cariño, es así. Ocurre como con los perros, no crees? Por favor no hables así, me decis. Me parecía pertinente. Ya fue.

   No sé como ocurrió, apreté algo que no debía. Como consecuencia perdimos la data (¿ así te gusta, "la data"?) de un depósito clandestino de armas en Afganistán. Era una serie de fotografías satelitales. Preguntaste si no podíamos pedir que nos las envíen de nuevo. ¿Podemos? pregunté riendo. Agregué: me da calor. Y pero, dijiste. Entonces esto: ya sé que fui yo. No te culpé. No dije que me culparas, pasa que aunque digamos "nos" pasó esto, se las va a agarrar conmigo. Es así? Es así. Por qué? Porque soy el hombre.

   Ya era tarde. Ya había dicho la palabra. Ahora ya sabía yo que pensabas vos en mí como en un tipo más, uno más del otro bando, el bando masculino.

   Salimos a dar una vuelta, compraste puchos. ¿Que sería un depósito clandestino? recuerdo que nos preguntamos sin llegar a buenas conclusiones. En todo caso, ¿ qué van a hacer con él una vez localizado? Localizado ya está, el tema es tener un registro de los movimientos, personas, horarios. Sí, pero eso para qué?

    Llegamos a la esquina y vos, me di cuenta, miraste fijamente la heladería, entablando en tu interior un diálogo entre el deseo y el deber. Mirá, no sé para qué, te dije. Vivimos en el siglo de la información. La información es poder. Eso son palabras vacías y lo sabés, me dijiste. ¿Querés helado? te pregunté.

   Helados en mano seguimos caminando. Fue un error, cosas que pasan, apreté "enter" en lugar de "supr" o al revés... Así dije. Vos: por eso, no le des tanta vuelta. Es omnipotente de tu parte no compartir tu error. Yo: lo estoy compartiendo, pasa que nos puede costar el trabajo. Compartir eso sería un poco ruin de mi parte, o no? Vos: ¿ querés que lo llame yo? Lo hago, lo llamo yo y le digo que fui yo la que deleteó las imágenes. Contesto negativamente, sin hablar. Vos insistís: lo llamo yo y le digo que fuiste vos. Yo me voy calentando, encerrando, enfrascando, como te gusta decirme. No empieces, te oí murmurar.

  Desde que vivimos juntos... esbocé al rato, y fue el acabose, te ofendiste, como si hubiera sido detonada la bomba tan temida. Maldita tentación mía de cortar el cable equivocado a propósito. Entonces se hizo la nube de silencio. Hubieron pensamientos, como vibraciones, como luchas invisibles, como torsiones de dos enormes contendientes de sumo. Tuve esa imagen: cada uno de nosotros, o sea vos por un lado yo por el otro, era un gobierno tratando de organizarse, de serenar la asamblea, de reprimir focos insurgentes, tratando de sistematizar el discurso oficial para presentarse ante la delegación extranjera.

   Al pasar por la plaza y ver niños jugando no pudimos evitar pensar en eso, en nuestro hogar y en el futuro. Agaché la cabeza buscando un guijarro al cual patear, una piedrita. No había.

   Vivimos en un mundo violento, linda, ensayé decir. No me hables así. ¿Así como? Te dije linda no como te lo diría un centroamericano de esos que no existen, o sea, los que hacen doblajes. Te lo dije desde mí.

 Continué: me parece jodida la vida, y eso que no vivimos en Afganistán. No sé por qué te atajás, me decís. No sé si me estoy atajando. Parece. ¿Sí? Un poco.

   Miramos a un nene que le disparaba con una pistola imaginaria a otro que no acusaba recibo de las balas, pero tampoco desarrollaba un recurso dentro del juego para justificar su inmunidad. Me salió del alma decirle y le dije: "nene, te están disparando". Vos no sé si te molestaste o si te dio ternura, traté de no mirarte. Los nenes detuvieron su juego. El "inmune", sucio de arena y césped, me miró sonriente y vergonzoso, desde su proximidad al suelo: "no me di cuenta", dijo. Y el otro: "estás muerto ya, si te dan tantas balas estás muerto". Advertí que ya me había embarcado en una. Seguí: "bueno, la próxima fijate. Más atento, hay que estar. Si no, jugá solo". Nos fuimos.

    Ya en casa anochecía y pusiste la pava para unos mates. Yo hice que regaba las plantas, mi alma o mi espíritu o mis pensamientos estaban bien lejos, desdibujándose. Recuerdo haber pensado: ¿cómo es la frontera entre el pensar y el sentir? ¿Entre las representaciones y las emociones? ¿Están absolutamente mezcladas? ¿O hay un punto donde siendo aún distinguibles se cruzan, como cuando un río llega al mar? ¿El mar sería la emoción y el río el pensamiento? No, pensé, ahí  no cierra. ¿Tiene que cerrar? Me reí.

    Me acercaste un "verde" (no me gusta decirle así). Lo chupé. Me acariciaste el pelo. Sentí mi corazón latir y me dije a mi mismo: estoy vivo.

     Ahí, con delicadeza, me susurraste: acaba de llamar el Superior. Dice que había muchas imprecisiones en los archivos que te mandó, que te, que nos los va a mandar de nuevo con más resolución. Parece que la idea es bombardear, un bombardeo de precisión. Y preguntó qué hacemos mañana, si no da para un asadito.

    Te miré, me emocioné, me hice el boludo, disimulé, te dije te quiero y agregué: sí, decile que sí, que lo hacemos.

lunes, 28 de enero de 2013

Pareja de espías/segundo episodio

    Otro día estábamos haciendo "el amor" o en vísperas de, y sonó el telefonito y era una misión, de cierta importancia, que estaba bueno porque hacía tiempo que no viajábamos y teníamos ganas de.

   A Colombia, era la historia, y como no conocíamos el Pacífico y llegamos unos días antes de la fecha, nos fuimos ahí a mirar el mar "del otro lado" como decías vos. Estuvo bueno.

   Después nos colgamos un toque, había que estar en Cartagena, no sé, ponele, el 8 y era 6 y estábamos en otra frecuencia.

   De pronto me dijiste: che, tenemos fotos del narco? No, te dije. Tenemos que sacar fotos de él. Claro, contestaste, pero si no sabemos quien es... Uh, resoplé. Tenés razón. Mandé un mensajito al Superior y ahí me avisa, me dice, se me queja, te estuve llamando, te mandé mail, fijate.

   Cuestión, nos vamos a un ciber ahí en Cartagena. Vemos las fotos, que pum, que pam, se hace de noche, dijimos, pasamos acá o vamos yendo a la "locación", no, te digo, vamos al hotel, descansamos, y tipo 2, 3 a.m vamos a la mansión del loco este.

   El hotel no era guau pero zafaba. Zaffaroni, dijiste y me reí. tenía una tele chiquita, chiquita, por algún motivo sin sonido. Estaban pasando, curioso, imágenes del accidente de Scioli, me acuerdo que lo comentamos un toque, incluso bromeamos al respecto.

   Después yo quise y vos no. Me pareció lógico por eso no te recriminé nada entonces ni ahora.

    Focalizarse un poco. Estábamos a nivel personal en un buen momento, apacible. Eso no siempre hace que el trabajo se haga mejor. A veces cabreados y todo hemos hecho joyitas, laburos impecables.

   Nos damos una buena ducha, por separado, vos primero. Hacía calor pero no había mosquitos, iba a llover.

     En el "lobby" del hotel (encomillo cuando la palabra pinta excesiva para lo que designa) nos pedimos dos café con leche, mirábamos la calle anochecida.

    Te dije: podríamos comprar una pelopincho en Buenos Aires. Vos: para poner donde? Yo: en la terraza. Vos: puede la terraza no resistir el peso. Yo: ok, vemos. Vos: sí. Miramos relojes.

     Ahí pasó todo, un quilombo, los cristales del hotel, la vitrina, vidriera, no sé, astillándose, fijate que no recuerdo el ruido de la balacera, y sí el del vidrio al caer y el de jarrones y cosas rompiéndose, vos decís que al revés, que escuchaste el tableteo, los empleados del hotel cubriéndose bajo muebles, pasó.

     Recuerdo mi taza estaba rota, la tuya no. Tonterías de esos momentos, te saqué la taza y me tomé tu café. Vos me dijiste: estás bien, estás bien? Sí, te dije y no te pregunté si vos porque era evidente que estabas bien. Después les preguntamos a los empleados. Uno, que era colorado, dijo "no se hagan problema, suele pasar", y se reía, con un repasador envolviendo la mano que se había cortado, tranquilo, era jovencito, no más de 20, 22 años.

     Me preguntaste: "tendrá que ver con nosotros?" "No sé" te dije. "Pero por las dudas hoy no hagamos nada" dije y fue mentira porque fuimos al cuarto y tuvimos sexo y estuvo bueno.

Pareja de espías/ capitulo primero

   ¿ Trajiste el explosivo? susurrás y no te contesto por miedo a mandarte a la mierda. Hemos hecho una larga travesía a lomos de un crucero para llegar aquí, a los pies de este castillete en medio de los montes rumanos, y hete aquí que cuando las papas queman no tenemos guante para coger el mango de la sartén...

...me decís ahora que te hacés pis... que si vas a los árboles o habrá un bañito... trato de recordarte que estamos en una misión y me mirás con unos ojos tristes, casi enamorados aunque no sabría decir enamorados de qué...

   ¿ Te gusta el peligro? te pregunto. Vos te hacés la boluda y me volvés a hablar del pis, de tus necesidades, porque es medio así, ponés tus necesidades como la máxima prioridad. Yo reviso si mi pistola está cargada y te sugiero lo siguiente: corré por detrás del seto, pegá la vuelta ahí, cubierta por el montículo ese, y hacé ahí. ¿ Vos me cubrís? preguntás, y digo sí.

   Mientras tanto vigilo la actividad en el castillo, que es poco menos que nula y me inquieta. Vos vas. Te veo ir y me agarra una rara ternura... no sé, tu pequeño acto íntimo, tu indefensión, la inevitabilidad del orinar, tu fragilidad tan... humana, claro, humana. Ahí me distraigo, incluso de vos, y me pega el mambo existencial. Es un rato, nomás, me lo sacudo pronto.

   Una luz se prende en una de las habitaciones del último piso. Alguien practica con un cello. Notas al aire. Vos estás sentada, acuclillada en realidad, de nuevo la ternura, una agente del servicio secreto orinando...
...el o la estudiante de cello se cansa o se indigna y se acerca al vano de la ventana.

...ahjá, decís vos cuando volvés, todavía acomodándote el pantalón naranja que, no te dije, te queda precioso. Color llamativo, igual, no sé como no lo pensaste. Ahí está él, decís, y yo, qué hacerle, afirmo con la cabeza. No estás hiperlúcida, pienso y no lo digo.

    El es Archimbaldo, supuesto dueño del castillete, supuesto noble, supuesto enlace de los rusos, presunto homicida de Albino Scorpatti, eximio ejecutante de guitarra que además cifraba información en sus partituras para nosotros. Desgracias de la vida, lo encontraron el martes pasado estrangulado con cuerdas de guitarra.

     ¿ Y qué hacemos? preguntás ingenua, bonita, con los ojos desmesuradamente abiertos, como si quisieras, no sé, registrar absolutamente toda la información del medio a fin de, con la ilusión de que si tenés todos los datos no puede haber error. Ahí sonrío y te intento besar, me corrés la cara y repetís la pregunta: qué hacemos. Yo me siento de pronto extenuado. Nada, te digo, no hagamos nada. Cómo nada, decís. Y sí, digo. Qué significa y sí, decís. No sé, digo y la cosa se estira. Pegale un tiro, salame, tirás. Ja ja, río yo. Querés tirar, tomá, te digo y te paso la pistola. Vos, para mi sorpresa, agarrás el arma y apuntás a Archimbaldo que sigue estúpidamente en la ventana, como mirando la luna. Qué hacés, boluda, te digo y vos solo apuntás mejor y disparás, con una puntería asombrosa, casi entre ceja y ceja habrá sido, cayó con elegancia rotunda, paf, ahí queda tendido, en su jardín, muerto, y yo que pienso, claro, así es más fácil, aunque por ahí no estoy acostumbrado a hacerlo de este modo, o quizá es que soy tan apegado a como CREO que deben hacerse las cosas y nada que ver, la vida es más...

...y te miro, y vos me apurás, me decís, vamos, nene, vamos. Pero nada en el castillo se inquieta, ni el mastín ladra, ni el casero se aproxima...

    Vos corrés ágilmente, cinematográficamente hacia el auto ( bien camuflado con ramas de abedul, otra genial idea tuya, que si era por mi lo dejaba en el pueblo, en un estacionamiento que dicho sea de paso nos hubiera salido un dineral), yo te sigo, alelado, semisonriente, pensando en que quiero vivir con vos, que ya fueron los miedos, y que sí, mañana sin falta pienso pedir un aumento. El no ya lo tengo.

lunes, 21 de enero de 2013

Saber Vivir/ pequeña ficción


        Realeasing your pen, haciendo contact, soltando la pluma, haciendo la escritura por la escritura, entrenando el aceptamiento ( miento) de todo lo que concurre, como si escribieras, pibe, con la punta de tus dedos, the tip of your fingers, así llegué a escribir mis obras, sin secretos, sin crípticas volteretas, todo authentic, todo from my heart, cachai?

     Así las cosas, así, en un hotel de luxo, mirando la Shore me decidi a hacer este path, este camino de mi propia vida, eramos a bunch of writters ahí, congregados, yo ya ni sé si era Martinica, o si era el Pacific, la verdad, todo nebuloso, vale, igual vale, asi la entidad del recuerdo, y estos chamos que tiraban todo el time palabras como esas, Entidad, y bueno, aguántale, por ahí, yo estaba con esta chica porteña, no recuerdo, no me recuerdo su name, Cecilia, Daiana, Doris, algo por el estilo, y de pronto zas, no sé, algo se iluminóse, respecto, man, de la capacidad de generar literatura cada fucking segundo de mi vida, y dije, me dije, le dije a la Ceci, Dai, Dor, le dije: chama, por qué coño dividimos literatura de vida? Acerquémoslas, hagamos un buen mole con esto, hagamos vacilón y cuenta nueva.

      En la costa costica, todos tomaban ese zumo espantoso que nunca entendí su sabor, la Entidad de su sabor, chico, un zumo rosado sonrosado muy extraño con gusto, con perdón por la expresión, con gusto a entrepierna de mujerona de sesenta, cosas raras, pero como el agua estaba bonitica y bien traslúcida y la arenisca bien pero que bien blanquecina, nada importa y todos chupan que da calambre, en algún momento extrañé el sabor del buen ferné.

       Amantes de García Marquez ya quedan que bien pocos. Los Noruegos eran bien simpáticos, con ellos uno sí podía, se podía hacer migas y platicar desde otra altura. Recuerdo a uno, campeón según dijo, de un deporte que allá gusta mucho mucho, una especie de Snow algo, Thor, su nombre, pongámosle, y él era bien, como decirle, tenía esa nostlagia bien pero que argentinica en sus ojos de Dios nórdico, y le decía yo Thor, hay que escribir como se caga y tratar de modelar eso, tu crees, me decía, o digo ahora que me decía él entonces, que así es la literatura, sueño y memoria, al decir del otro viejo amargo, el irlandés, qué cara tenía, no? Pero qué cara mamita, el Samuel tan mentado, entonces volviendo, que siempre hay que volver, turning back to the first step, siempre regresar, él, Thor me decía: no sé, para mí la escritura es un suspiro...

     Más calmo, en una suerte de hamaca paraguaya empecé a escribir y escribir y escribir hasta que pulvericé las ideas, hasta que era solo un reflejo muscular, hasta que era, como decirle, un suspiro de mis músculos, una exhalación, una, sí, tal vez una ventosidad, pero tan necesaria, y se me ocurre ahí, just a blink, el espacio de un parpadeo para tener la idea genial, la idea de la literatura gratuita, de darlo todo, man, de darlo todo sin discriminar y sacar ese librico defendiendo la literatura abierta, como forma de vida, los tres consejos del Saber Vivir, tanta gente angustiada y a las puertas del suicidio, como no ayudarla, ayudarle con mi saber de bailarín-escritor, y no es que todo me sea fácil, solo que cuando haces unas buenas tajadas, you know, de dineruco bien sabroso y que te recompras alguna provisión de drogas al principio para festejarle y luego por miedo, pues sí, el éxito trae miedo, entonces te amarras-

     A la vuelta del Caribean estuve en El Abasto un toque depressed, you know, un toque cerca de tirarme a las vías, Buenos Aires es tan Buenos Aires y yo en el fondo soy tan otra cosa, soy de espejo simple, me entiendes? No soy de voltereta, soy llano, me gusta la cama bien tendida, las caricias directas, el polvo fresco y a otra cosa mariposa, que también hay que saber como usar el lenguaje del pueblo, por eso la filosofía, ojo, man, que te pasas de rosca y es como la droga, como la cocainita, te deja bien de garpe, te aísla, entonces ve, te digo, ve y toma una clase de salsa, agita el esqueleto, únete a la plebe, la plebe es la que te da de comer, chamo, no le muerdas la mano, no te subas al Monte Sinaí, sin ahí registrar que estás bien lejos de tu punto fijo interno, ese punto que te conecta con the absolute nothingess of this life, que es el Amor.

     Así, como quien no quiere la cosa, recuerdo, literaturo ( olha ahí, que verbuco me mandé), entonces, repito, literaturo que Ceci, Doris, Dai, me dice... opa, no sabía que tocabas guitarra, porque vio mi guitarruca, una ahí medio desvencijada de mi tiempo en que creía que así la ponía más, y me la alcanza y ella empieza a resquebrajarla con sus uñitas, y le digo: dame eso, mujer. La tome entre mis brazos, a la guitarrela, y la empiezo a acariciar así como a mí me place hacerlo, y guay, si hubieras oído esa musiqueta, oh, my, eso era fluír, eso era la comunión, de pronto sentí, poca drogela en mi sangre, juro, sentí que la habitación exhalaba conmigo, ese con-migo que ya era un con-nosotros, un nosotros que a esta altura era un con-yo gigantesco, y nada de CON, porque el Con, si me sigues, Con-nota la posibilidad del Sin, y aquí era muy otro mambo.

    Entonces la mujerinha, muy ella, me dice: tocate una de Sandro. La miré como quien no mira. Y aquí las versiones difieren, que al fin y al cabo siempre la literatura, la vida, qué va, son versiones, versions, you know, if you get what I mean, porque ella o alguien dice que la golpeé y otros dicen que hicimos el amor, como nunca, como nunca, oh, y entonces, a quién creerle, porque cualquiera puede maquillarse un bruise, una moretona, entonces, vamos, que todos queremos vivir una historieca genial y como en las pelis, pero esto es real y fucking real, tanto como que hice mil maletines y me vine para London, que aquí se está de perlas, y la diversity Cultural es un alivio para el cuore, planeo luego seguir viajando y ver si editoreo aquí mis librucos del Saber Vivir, que escribiendo se van las penas, mamita, se van...