lunes, 11 de febrero de 2013

Cuento o idea o sucesión de formas asociadas al sueño y su potencia condensatoria, a su pavorosa y estremecedora libertad de conjunciones y disociaciones y sincronicidades

   
                                                                                                        ...para Ale y Casandra



        Estar muerto. Me desperté sintiendo un peso enorme en los pies, pensé: estoy muerto. Sé, pensé, que puedo abrir los ojos. Sospechosamente, no lo deseo. Estoy muerto. Es esto, morir. No obstante, pensé, escucho el ventilador girar. No obstante, pensé, percibo mi cuerpo. Esto es estar muerto. No querer despertar. Sentir que puedo hacerlo, que podría si quisiera. Oigo sonidos hasta de la calle. Pero estoy quieto, muerto.

     Imaginé al personal cosiéndome la boca, por poco sentí el pegamento, el maquillaje mortuorio. Ahora, ahorita abro los ojos. No, estoy tan plácido, tan libre. Ya, solo por probar... ya no, en un rato. Se está bien así. Se está tranquilo así. Puedo pensar sin presiones, mis pensamientos, librados del cuerpo, no tienen la obligación de inducir otra acción, cada pensamiento es una bola de billar sobre el paño de un Cosmos ilimitado... derivar, derivar, derivar...

...un ladrido de perro, de mi perro... ¿tengo perro? Estoy muerto. Nada se presenta a mi bajo la forma de santo, de Dios o de prado verdeante capaz de cobijarme. Aquí, muerto en mi cama, soy esto, un muerto en su propia cama, con la eternidad por delante, en la que para siempre sonará su, mi ventilador, en la que para siempre sentiré, sentirá que es capaz de levantarse, de sacudirse la serena placidez de la muerte. Mas no, mas nunca, nunca más.

    Quieto. Me esmero, me esmeré, me esmeraré, ya que el Tiempo como lo conocía, como lo conozco, acaso carezca de validez, entonces, esmerarse por percibirlo todo, cada centímetro de mi así llamado cuerpo... los pies. ¿Por qué el peso en los pies? ¿por qué y hasta cuando estos hormigueos? ¿hasta cuando esta sutil forma de cosquilla que llamamos, llamo, se llama razonar, concatenar imágenes? ¿hasta cuando, hasta dónde tiene sentido intentar comprender cuando se puede soñar, cuando parece que la materia de las cosas, de todo lo que nos es dado, tiene substancia etérea, tiene la textura del sueño?

    Estando vivo, mientras vivía, cuando vivo, oí de Borges y de Shakespeare, soñé de un Dios que soñaba a Shakespeare y de un Borges que soñaba a Dios, soñé de mi mismo y de la Historia Universal, soñé de sueños y vigilias, soñé ficciones o inventos, y ahora escucho simplemente un ventilador, y rememoro, o invento, o navego.

     Recuerdo ahora (sic) ahora se me viene, viene, la cuestión de haber sido, de ser actor. Qué es eso me pregunto mientras insisto en morir, en habitar la suave tersura del estar muerto, el acolchonado devenir nada, qué es actuar, qué fue para mí que soy todos... no solo actuar, también imaginar, pero sí, actuar como manera acaso de anticipar la muerte, si la muerte es esta extraordinaria ( y decepcionante) libertad, actuar es ir restándole importancia a la sensación de ser algo, actuar es el tránsito mediante el cual se deja de ser, actuar es dejar de ser, y se deja de actuar cuando se delimita en exceso una criatura, ser es entonces una pausa en una cadena permanente de actuaciones, sí, puede ser, puede actuar, debiera decir, debiera soñar, debiera quizás abrir los ojos y escribir todo esto, apagar el maldito ventilador, llamar a mis amigos, organizar una lectura, una leída, una pachanga, sacudirme esta modorra intelectual, bailotear, danzotear, convocar a la lluvia, limpiar mi terraza...

...cosas que los muertos no hacen, cosas de las que por estar muerto estoy eximido. Eximido de ser, devengo muerto, noble muerto, impávido y activo bajo mis párpados mudos. Así estoy.

    Quien esto lea ( qué es leer?) participa tal vez de mi sueño, o yo del suyo, y juntos pues estaremos buenamente difuntos, difundidos, fundidos, alegremente quietos en esta insospechada forma de eternidad.

     Estaría tentado de pedirnos que no abramos los ojos, pero sé que eso obedece al deseo singular de cada uno, y que, por una extraña armonía celeste ( o negra o marrón) cada deseo singular y el conjunto de los deseos obedece a un mandato supremo e inescrutable, que por ser tan supremo e inescrutable acaso ni valga la pena considerar.

     Haced pues cada uno lo que le venga en gana.

     De mi parte, amortiguado el miedo al fin, puede que nunca me haya sentido más vivo.



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