lunes, 28 de enero de 2013

Pareja de espías/ capitulo primero

   ¿ Trajiste el explosivo? susurrás y no te contesto por miedo a mandarte a la mierda. Hemos hecho una larga travesía a lomos de un crucero para llegar aquí, a los pies de este castillete en medio de los montes rumanos, y hete aquí que cuando las papas queman no tenemos guante para coger el mango de la sartén...

...me decís ahora que te hacés pis... que si vas a los árboles o habrá un bañito... trato de recordarte que estamos en una misión y me mirás con unos ojos tristes, casi enamorados aunque no sabría decir enamorados de qué...

   ¿ Te gusta el peligro? te pregunto. Vos te hacés la boluda y me volvés a hablar del pis, de tus necesidades, porque es medio así, ponés tus necesidades como la máxima prioridad. Yo reviso si mi pistola está cargada y te sugiero lo siguiente: corré por detrás del seto, pegá la vuelta ahí, cubierta por el montículo ese, y hacé ahí. ¿ Vos me cubrís? preguntás, y digo sí.

   Mientras tanto vigilo la actividad en el castillo, que es poco menos que nula y me inquieta. Vos vas. Te veo ir y me agarra una rara ternura... no sé, tu pequeño acto íntimo, tu indefensión, la inevitabilidad del orinar, tu fragilidad tan... humana, claro, humana. Ahí me distraigo, incluso de vos, y me pega el mambo existencial. Es un rato, nomás, me lo sacudo pronto.

   Una luz se prende en una de las habitaciones del último piso. Alguien practica con un cello. Notas al aire. Vos estás sentada, acuclillada en realidad, de nuevo la ternura, una agente del servicio secreto orinando...
...el o la estudiante de cello se cansa o se indigna y se acerca al vano de la ventana.

...ahjá, decís vos cuando volvés, todavía acomodándote el pantalón naranja que, no te dije, te queda precioso. Color llamativo, igual, no sé como no lo pensaste. Ahí está él, decís, y yo, qué hacerle, afirmo con la cabeza. No estás hiperlúcida, pienso y no lo digo.

    El es Archimbaldo, supuesto dueño del castillete, supuesto noble, supuesto enlace de los rusos, presunto homicida de Albino Scorpatti, eximio ejecutante de guitarra que además cifraba información en sus partituras para nosotros. Desgracias de la vida, lo encontraron el martes pasado estrangulado con cuerdas de guitarra.

     ¿ Y qué hacemos? preguntás ingenua, bonita, con los ojos desmesuradamente abiertos, como si quisieras, no sé, registrar absolutamente toda la información del medio a fin de, con la ilusión de que si tenés todos los datos no puede haber error. Ahí sonrío y te intento besar, me corrés la cara y repetís la pregunta: qué hacemos. Yo me siento de pronto extenuado. Nada, te digo, no hagamos nada. Cómo nada, decís. Y sí, digo. Qué significa y sí, decís. No sé, digo y la cosa se estira. Pegale un tiro, salame, tirás. Ja ja, río yo. Querés tirar, tomá, te digo y te paso la pistola. Vos, para mi sorpresa, agarrás el arma y apuntás a Archimbaldo que sigue estúpidamente en la ventana, como mirando la luna. Qué hacés, boluda, te digo y vos solo apuntás mejor y disparás, con una puntería asombrosa, casi entre ceja y ceja habrá sido, cayó con elegancia rotunda, paf, ahí queda tendido, en su jardín, muerto, y yo que pienso, claro, así es más fácil, aunque por ahí no estoy acostumbrado a hacerlo de este modo, o quizá es que soy tan apegado a como CREO que deben hacerse las cosas y nada que ver, la vida es más...

...y te miro, y vos me apurás, me decís, vamos, nene, vamos. Pero nada en el castillo se inquieta, ni el mastín ladra, ni el casero se aproxima...

    Vos corrés ágilmente, cinematográficamente hacia el auto ( bien camuflado con ramas de abedul, otra genial idea tuya, que si era por mi lo dejaba en el pueblo, en un estacionamiento que dicho sea de paso nos hubiera salido un dineral), yo te sigo, alelado, semisonriente, pensando en que quiero vivir con vos, que ya fueron los miedos, y que sí, mañana sin falta pienso pedir un aumento. El no ya lo tengo.

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