sábado, 10 de marzo de 2012

ahora y después

Y bien. Es de noche. Es tarde. Es tarde ya. Siempre fue tarde. Siempre demasiado temprano. Siempre se pasó la hora, siempre nos dejó en el anden esperando. Es no obstante tan lindo esperar. Esperar es, paradójicamente, una increíble oportunidad de ser libre. Es darse cuenta de que todo es MIENTRAS. Oh, sí, poderoso, poderosísimo mientras. La disponibilidad de estar esperando. Viajar en colectivo por ejemplo. Muchas veces pensé que era similar a sentir la fuerza de Dios o... o eso otro a lo que podemos ponerle tantos nombres para no decir Dios, tantos y tan complicados nombres que uno empieza a tener tantas ganas de decir el antiguo monosílabo, oh, sí, Dios, simple palabrita ayudadora, condensada, apretada como una estrella de neutrones. ¿Por qué ir en colectivo, o en cualquier medio de transporte, me hace o me hizo alguna vez pensar en Dios? No solo por el hecho de que cualquier puerta puede llevarnos a esa percepción global y globalizante, sino porque... debo confesar que no lo tengo muy claro. No hay nada que hacer mientras viajamos. Nada de lo que solemos considerar ALGO. Entonces: leer, dibujar, pensar. Pensar mientras ALGO nos conduce, ALGO nos arrastra, ALGO manipula nuestro tiempo, y las alternativas de quietud o aceleración, algo que para tranquilizarnos llamamos 34, 109, 110, TREN MITRE, o incluso CHEVALLIER, pero vamos, que se trata de EL. Sí, sí, el grandioso. Que nos sugiere que hagamos algo solo para no aburrirnos, solo para entregarnos al instante, solo para no tener la funesta ansiedad de llegar a casa o a nuestro inventada meta, que al fin al cabo tanto o tan poco vale como el trayecto.

Nada que hacer, cuando hay cuerpos alrededor nuestro, sudados y generadores de sudor. Cuerpos irritados, hastiados, cuerpos comprimidos, doblados, detenidos. Es tan poco fértil putear y rezongar como tocar bocina insistentemente cuando es EVIDENTE que el bloqueo no tiene que ver con la sordera de nadie, cuando es EVIDENTE que el movimiento de moléculas de aire que el sonido suele producir NO-ES-SUFICIENTE como para mover autos detenidos en la calle. Es el baile que tocó. Cada instante, digo, es el baile en el que se está. No sirve añorar otra danza. No ahora. Esa energía de desplazarse con la imaginación a otro lado, donde se DEBERIA estar, solo puede multiplicar la irritación, la propia y la de los que están en torno.
Ahora me muero de sed. Uno se preguntaría: por qué no va y bebe? Y yo no tendría respuesta. De qué sirvió construir esta hipótesis? Es un claro ejemplo de la tensión entre presente y futuro. Sé que, y me gustaría que quien lea esto lo sepa, dentro de muy poco voy a estar bebiendo ese vaso de agua fría que imaginé al tiempo de escribir la palabra "agua fría". Pero eso será después.
En un rato, breve rato. Por ahora está siendo satisfactorio escribir sobre ese momento. Y extrañamente, no atiza mi necesidad, no me hace sufrir más la sed. ¿Será esa la extraña función del Arte? Del mismo modo, al viajar en colectivo en, digamos, pésimas condiciones, pensar en lo que puedo escribir o actuar en relación a lo que vivo, hace interesante el momento. Y de pronto me encuentro llegando a "destino" ( mi casa, el vaso de agua) con dos bienes ganados: un vaso de agua ( un llegar a casa) y un texto que lo rubrica y multiplica. Qué vida me doy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario